El movimiento tiene aval directo de Bullrich, que hace tiempo viene mostrando su incomodidad con el liderazgo de Mauricio Macri y las decisiones estratégicas del PRO. 

Desde el entorno de Bullrich, explican que la decisión responde al contundente triunfo del oficialismo en las elecciones recientes, y que la sociedad “dictó quién lleva la posta del cambio”. 
Al mismo tiempo, en los pasillos del Congreso se lee como un apresuramiento del salto hacia el oficialismo, antes de que el bloque amarillista —ya diezmado— pierda aún más peso. 

Pero esta crisis interna del PRO no sólo es táctica, sino simbólica: revela que el partido se desangra por su costado más ideológico, aquel que busca alinear con la agenda del Gobierno de Milei, mientras que Macri insiste con mantener una autonomía partidaria que, claramente, ya no moviliza. 

¿Qué implica para el sistema político?

• Para el PRO: Pérdida de relevancia parlamentaria, debilitamiento de la marca y cuestionamiento al liderazgo tradicional.

• Para La Libertad Avanza: Suma de voluntades, incremento en volumen legislativo y avance en el objetivo de consolidarse como fuerza dominante, más allá del solo “gigante electoral”.

• Para el Gobierno nacional: Una señal de apertura y expansión hacia sectores que antes estaban en la órbita opositora, consolidando músculo político para las reformas que se avecinan.

¿Y Bullrich-Macri?
La tensión entre ambos es más que latente: Bullrich acusa al “viejo liderazgo” de Macri de no acompañar de manera efectiva —o peor, de obstaculizar— la nueva etapa que ya amaneció en la política argentina. Qué haga el PRO con esta pérdida lo dirá la próxima coyuntura electoral, pero lo cierto es que el desgaste institucional ya es visible. 

Lo que se presenta como una lectura más del tablero parlamentario es, en realidad, un terremoto interno. El PRO pierde fidelidades, Bullrich gana protagonismo y La Libertad Avanza consolida una estrategia expansiva